viernes, 23 de octubre de 2015

Cansada

Perdona la osadía de pensar que me lo merezco, sí, me merezco ser feliz, encontrar a alguien para quien sea su musa, su chica, la persona en la que se refugia, la persona a la que ama.
Estoy cansada de ser el juguete manejable que todo chico quiere tener en su vida, que sabe que va a estar ahí siempre a pesar de que no la valore, que la regale sonrisas y le haga creer que sí le importa.
Me merezco sentirme especial, única, que me traten bien, que me hagan enamorarme y sentir eso que hace mucho que no sucede en mis tripas, en mi piel, en mí.

Me voy

Te escribo para decirte adiós, soy así de cobarde y sé que no tendría el valor suficiente de despedirme de ti mirándote a los ojos. Créeme que no es fácil alejarte de la persona que quieres pero merezco alguien que me quiera..Y tú no lo haces.
Me voy porque he estado buscando motivos para quedarme y no los encuentro, hasta el corazón más enamorado se cansa de querer por los dos. Y me he cansado.
No sé si algún día me quisiste, y si me quisiste…Lo hiciste de la peor manera. Y por eso me voy, porque ya no tengo fuerzas ni ganas de soportar tu indiferencia, ya no me apetece que me demuestres que me quieres solo cuando me estás perdiendo. Ya estoy harta de ser el juguete roto con el que pasar el tiempo perdido.
Si me voy es porque te quiero, te quiero y me duele ver cómo para ti hay cosas más importantes, me duele ser segunda opción de alguien que para mi es todas las opciones. Ser un simple verso de alguien que para mí es poesía. Y por eso me voy, porque ya no puedo soportar quererte a medias, tenerte a ratos, y sentirte lejos cuando estás al lado.
Me voy porque quiero seguir viva, porque a ti el amor solo te gusta con heridas y yo ya tengo demasiadas cicatrices en el cuerpo como para estar esperando la próxima vez que decidas hacerme daño.
Me voy porque me quiero,
porque te quiero
y sobre todo porque no sabes quererme y dudo que algún día aprendas.

Mundos Divididos.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Intencionada y lentamente

En realidad veo esa luz al final del túnel de tu sonrisa, una salida de emergencia que me permita salir a flote una vez más, que me haga intentar darme cuenta de que esto ha sido un capítulo de mi vida como lo han sido muchos otros, quizás este ha marcado profundo y fuerte pero nada que no se pueda superar, o eso se supone. Prefiero cerrar el libro, colocarlo en un lugar de la estantería donde no lo vea demasiado, donde pueda continuar sin dar pie a confusiones de razón y corazón. 

La sociedad me consume igual que una vela con el paso del tiempo, mis cuatro paredes no me dan tregua y yo me fumo el último cigarro que me quedaba. Cierro los ojos, me concentro, respiro y salgo con autoconvenciéndome de que hoy sí, hoy puede ser un buen día para sonreír, para contagiarme del mundo, lo hago, me siento al filo de ese precipicio con miedo a asomarme por si me caigo sin posibilidad de recomponerme. ¿Quién no ha tenido esa sensación nunca? A veces sin quererlo, a veces intencionadamente. Y esque... qué es eso sino la vida, que nos pone al límite constantemente, alterando nuestras constantes, contradiciendo nuestros sentimientos, equivocando nuestros pensamientos, desmontando nuestra vida, destrozándonos intencionada y lentamente.

martes, 6 de octubre de 2015

Error de segunda mano

Enganchada al guión de tu sonrisa, a las prisas de tu huida, a una triste despedida donde me arrancas el pecho y te llevas mis ganas.
Te pedí que me arrancaras, pero la ropa, que nos volviéramos locos soñando con el fin del mundo, el fin de nuestro mundo, reírnos hasta romper en frenesí todos los músculos del cuerpo. Clavaste bien hondo tu bandera en cada vertebra de mi espalda, me hiciste víctima de tus besos, culpable de tus sonrisas, condenada a tu mirada. 
Sonrieme de nuevo, por favor, sólo una última vez para comprobar que no me olvidas, para asegurarme de que sigo siendo la mujer de tu vida, que lo seguiré siendo por el resto de tus días. 
Qué bonito soñar con que me quieres.

Quiéreme si te atreves

Quiéreme si te atreves, coge mi mano y vayámonos, quiero verte sonreír por cada gilipollez que digo todos los días de mi vida, quiero que me abraces, que me quites la mirada cuando sé que te ruborizas, que te sigas haciendo el loco cada vez que te cuento alguna mentira, que me sigas volviendo loca.

Quiero que me revuelvas entera, que permanezcas en mi pecho izquierdo hasta mi último segundo, porque cómo le explico ahora que ya no hace falta quererte, que ya no estás, quiero saber que sé mucho más de ti que incluso lo que tú te conoces, que no me entiendas y aún así me des la razón, que compartas mis locuras, que me dispares sonrisas, que me saques una a una las balas que tengo clavadas en el pecho de todas las veces que me hicieron daño, que me muestres como tu mayor tesoro, que no te hace falta regalarme flores para saber que cada vez que llegas llevas contigo la primavera, porque me hagas rabiar hasta pedirte tregua, por no perder la magia, las ganas, la fuerza, esa sonrisa tonta que se me escapa al verte.

Háblame de tus miedos, de tus inseguridades, de cómo pierdes las formas, de cómo derribas a esos gigantes que viven contigo, cuéntame todo de ti antes de volverme loca con tus sonrisas, antes de que aumenten estas ganas locas de acariciarte el pelo, agarrarte el cuello y de perderme.

Me desnudo aquí y ahora, que sé que esto no te gusta, que no es de tu rollo, o eso dices. Que me da igual, que quiero infinitos viajes de ida, porque el amor es eso, arriesgarte sin saber a dónde vas. Que quiero ser tu debilidad, que mis besos te calmen en cada ataque de ira, cada batalla perdida. Que me cuentes tus movidas, entenderte y hacernos pedazos.

Me he enamorado de alguien impredecible, improbable, prácticamente imposible. Pero aquí me tienes, sin tirar la toalla, como un capitán al mando de su tripulación, pero tu oleaje viene demasiado fuerte. Quiéreme, agárrame de lo poco que queda después de tanto incendio, quiero que entiendas que ahí fuera no hay nada ni nadie que me asuste, que lo único que me da miedo es de que te marches.

Mi único objetivo es que me busques después de cada polvo con una de esas chicas que conoces de noche para romperte a abrazos, enamórate y quiere a quien venga pero no, te olvides de mi.

Amor o muerte.

Esa sensación de cuando te explota el pecho, cuando quieres gritar y el insomnio se apodera de tus noches, cuando no puedes respirar si estás a menos de 1 kilómetro de su boca, pero a la vez él es el único que te puede hacer respirar. 
Sé que me haces daño, que me destrozas día a día, minuto a minuto, pero arriesgo, lo arriesgo todo por tenerte al menos un segundo a mi lado, porque me abraces, porque me sientas, porque me mires y sonrías con esas formas tuyas que hacen parar el mundo, que me hacen sentir vulnerable y pequeña, me gusta sentir que me proteges, que me basta sólo una palabra tuya para cambiar mi parecer, para alegrarme el día o jodérmelo de la manera más cruel que te puedas imaginar. 
Tú no lo sabes, no eres consciente, se supone. Tienes miedo a querer, a ser querido, a perder los calzoncillos por una chica que te importe, que le importes. 
Me presento voluntaria, joder. Qué complicado es saber que no soy quien hace tu corazón palpitar, que no soy en la última que piensas al irte a dormir, ni la primera que aparece en tu mente al despertar, que te quiero, que lo sabes, que me muero cada vez que me rozas. 
No sé cómo definirte, cómo definirnos... ver lo bonito de nuestra relación, una continua evolución emocional, conseguir que la muralla que rodea ese hermético corazón, cuerpo y razón se vaya derrumbando día a día, mes a mes, y ya ha pasado un año. Quién lo diría, por qué no me advertiste de que me ibas a destrozar, que me ibas a hacer pedazos hasta hacerme enloquecer por no saber en qué lugar colocar las piezas, en dónde encajo yo.
Que me sacas de quicio, me sacas de mis putas casillas porque eres la única jodida persona por la que lo haría todo, la única persona por la que dejaría cambiar mis planes y arriesgar a lo que quiera ser, a jugar a la vida, pero no a jugar conmigo. 
Debes saber que veo tus fotos antes de irme a dormir, porque me encanta imaginar las miles de posibilidades distintas de comerte la vida, fantasear con que la idea me quieras, de que llegara el día en el que no me sentiría culpable por querer, de no tener que pedir perdón por tener ese afán mío de autodestrucción allá por donde iba, de retar a la vida a un juego de amor o muerte, pero cariño, creo que esta vez, he vuelto a perder la partida.